LIBROS DEL PEZ ESPIRAL
Especificaciones:
22 ×22 cm
170 pp.
Tapas CMYK
con lacado UV
Interior off set
sobre bond de 90 grs.
Colección Carnada
Música
Pez Espiral, 2018
SOL Y LLUVIA
Voces de la resistencia
Gonzalo Planet
A esta hora, justamente a esta hora, Amaro Labra sube guitarra en mano al escenario del Teatro Coliseo, a pasos del Palacio de La Moneda en Santiago. Es la noche del 23 de agosto de 2018, y en el acto principal del aniversario número 30 de la Central Unitaria de Trabajadores, el invitado estelar a la celebración es Sol y Lluvia, en una de sus varias presentaciones que anteceden a su propia conmemoración de cuatro décadas ininterrumpidas de música.
Tras los primeros compases de batería y el anuncio del charango, la quena inconfundible de “En un largo tour” genera una detonación perfectamente sincronizada en la platea y el palco. Es un estallido de alegría que funciona casi como una compuerta del tiempo, porque justo 30 años antes, a solo una cuadra de distancia, los hermanos Amaro, Charles y Jonny lograban la misma explosión ante un Estadio Nataniel abarrotado de personas y anhelos, convertidos en un indiscutido fenómeno de masas jamás visto en la escena de la canción social de los años ’80.
Fue en la población Vicente Navarrete de San Joaquín que los vio nacer, desmembrada con el golpe de 1973, donde los hermanos Labra Sepúlveda eligieron las cuerdas, los tambores, las tintas serigráficas y la poesía como sus herramientas para conspirar por la esperanza en total autogestión: sonido, imagen y palabra unidos en un mensaje de paz activa, que desde 1978 ha recorrido sin descanso poblaciones, iglesias, mítines, peñas, universidades y sindicatos del país.
Verdaderos ídolos para las multitudes que alzaron sus himnos como el genuino brazo musical de la resistencia, su algarabía en escena no escondía su denuncia sin aspavientos cuando los secuestros, las torturas y las desapariciones eran una política de Estado. Una fiesta que esquivaban sus colegas trovadores del Canto Nuevo, pero que en Sol y Lluvia multiplicaba la valentía de una audiencia empoderada de solo verles, entregada sin miedo a bailar y corear con emoción “Para que nunca más en Chile” o “Desde la prisión”.
El frenesí es palpable, por ejemplo, en las imágenes de un encuentro en el Estadio Santa Laura organizado en 1988 por radio Umbral. Registrado por las audaces cámaras de Teleanálisis, el noticiario clandestino que circulaba de mano en mano en cintas VHS fue de los pocos medios de oposición, junto a otros como La Época, Solidaridad y APSI, que cubrieron la gesta de estos tres hombres que sonaban como 500 –en palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez–, mientras la prensa oficialista dedicaba tiempo y páginas al Nuevo Pop Chileno.
De la parroquia Cristo Rey al Café del Cerro, en las gigantescas manifestaciones de cientos de miles de personas, o en el primer Estadio Nacional convocado por artista chileno alguno, el inmenso arraigo popular de Sol y Lluvia parecía hacerles lograr lo imposible. Un sentimiento perpetuado en las prensas del diario el Fortín Mapocho, que a la mañana siguiente del triunfo del No los inmortalizó en primera plana como intérpretes del pueblo de Chile, en el histórico titular “¡Adiós general, adiós carnaval!”, ejemplares que empapelaron el país celebrando el retorno de la democracia.
La épica de Sol y Lluvia corre en paralelo a la historia del último siglo en Chile y sus luchas sociales. Con reveladora actualidad, sus crónicas han demostrado cruzar la contingencia de la ciudad sitiada en que fueron escritas, cuando no era un juego defender los derechos humanos mediante canciones. Ya en el panteón de los grandes del cancionero local comprometido, sus versos siguen siendo coreados por miles en teatros, estadios, poblaciones y manifestaciones mostrando la vida tal como es.
A esta hora, justamente a esta hora, Amaro Labra rasguea el último acorde en el Teatro Coliseo. Elegido diputado de la República, es el único del trío de hermanos fundadores presente en el combo de ocho músicos que hoy es Sol y Lluvia, integrado también por su hijo Harley y Marcelo Concha, miembros por décadas. Charles y Jonny han seguido otros caminos, aunque jamás puedan disociarse del grupo que marcó sus propias vidas y las de tantos. Ya no existe el Estadio Nataniel, y aparentemente la dictadura cívico militar es solo un mal recuerdo.
En el palco y la platea la ovación es atronadora. Se ha desatado la esperanza.
Gonzalo Planet, otoño boreal de 2018.
RESEÑAS Y PRENSA